martes, 13 de octubre de 2020

Sobre la escuela

 La canción de The Beatles, Two of Us, publicada en su álbum Let It Be (1970), cuenta la historia de una pareja que comparte un viaje. No un viaje que implique necesariamente un desplazamiento físico, ni una pareja cualquiera, sino que la canción trata de viajes que implican desplazamientos mucho más díficiles que los físicos y parejas más profundas que las amorosas, que van y vienen. Una canción que trata sobre las distintas parejas que tenemos en la vida y las actividades que compartimos junto a ellas.

Algunas de esas parejas pueden ser el dolor, el sufrimiento y el cambio, que, parafraseando a Carl Sagan, es la única constante en el Universo. Pero, para mí, la pareja con la que más tiempo he pasado en mi vida y que espero que siempre me acompañe es la escuela: gracias a la cual he llorado, pensado y vivido mucho. La pareja que más quiero y la pareja con la que todos hemos estado.

Un gran álbum. De verdad, les recomiendo
escucharlo.

Pero, así como cualquier pareja de un meme normie de Instagram se preguntaría ¿qué somos?, en estas cuarentena, estas vacaciones y también en la mescolanza de esos dos elementos, la pregunta que más ha dado vueltas en mi cabeza es qué es la escuela. Porque, en mi fabulosa experiencia de cortos 12 años como estudiante, la escuela no es estar escribiendo en un cuaderno como un robot. O, mejor dicho, sí es eso. Pero también es mucho más.

La escuela es la vez que lloré en el baño porque una profesora perdió un trabajo mío y también es el hecho que, unos segundos después de haberme secado las lágrimas, haya aparecido el trabajo. La escuela es sacar el teléfono a escondidas en el salón y también es que un profesor te sonría sabiendo que lo sacaste, pero que no te diga nada porque sabe que la escuela también significa rebeldía. La escuela es el aire corriendo a través de cada uno de tus poros mientras bajas a velocidades impensables para agarrar las empanadas de queso en la cantina, y también es llegar de primero y ver que las personas de bachillerato ya se las comieron de todas.




También, por supuesto, es darte cuenta que, en lo que parece un tiempo menor al que te tomaste en bajar a la cantina, ya no eres el niño de primaria que se molesta porque los "fastidiosos" de Bachillerato se comieron todo, eres uno de esos niños "fastidiosos" de Bachillerato. Es darte cuenta que, mientras ayer jugabas Minecraft y eras criticado por los niños mayores que tú por ser un "niño rata", ahora sigues jugando Minecraft y la nada honorable distinción de "niño rata" fue heredada a los que juegan Free Fire. La escuela también es darte cuenta que, mientras ayer le tirabas piedras a los chamos fastidiosos de segundo año, ahora ya no eres ni siquiera un chamo de segundo año, sino un chamo que ya pasó segundo año.

La escuela es ver con mucho miedo las "x" que aparecían en las sumas raras que hacían los de primer año y, luego, darte cuenta que ya las sabes hacer sin necesidad de papel ni lápiz. La escuela es eso, y también es mucho más. La escuela es ver cómo cambias mientras sigues siendo el mismo: es pensar, mientras estás en quinto grado, que los chamos de bachillerato que se fijaban en la marca de la ropa son unos ridículos por hacer eso, y luego, cuando ya estás en bachillerato, seguir pensando lo mismo. La escuela es la permanencia y el cambio.

Pero, sobre todo, la escuela es el único lugar en el que entras midiendo poco más de un metro y sales midiendo, mínimo, un metro setenta u ochenta. La escuela es el lugar donde nos hacemos personas y es, probablemente, el lugar que más ha influido e influirá en nuestras vidas.

Yo acabo de pasar para tercer año, y sería mentira decir que no me gusta eso. Bachillerato ha sido un proceso muy divertido en el que he sido más feliz, más exitoso y he estado más orgulloso de mi mismo de lo que pensé jamás que podría estar, pero hay algo de él que no me gusta: que te das cuenta que el tiempo avanza con una velocidad mayor a la que hablabas cuando estabas nervioso en la primera exposición que hiciste cuando estabas en primer nivel. Pero, peor que eso, es ver que pasa sin que lo puedas aprovechar. Es sentirte identificado con la letra de The Long and Winding Road, también de Let It Be de The Beatles, porque sientes que la noche que es la cuarentena está dejando una piscina de lágrimas lloradas mientras esperas el día en que todo esto acabe.

Es ver que pasa mientras sigues en cuarentena. Es ver que eres una persona completamente diferente a la que eras el 13 de marzo de 2020, cuando se anunciaron los primeros casos de coronavirus en tu país, pero que no has podido disfrutar ese proceso de cambiar como soñaste algún día que lo disfrutarías. Es sólo leer pronósticos malos sobre el futuro y, a veces, tener cierto sentimiento de culpa por estar pensando en tu escuela mientras hay personas sufriendo por una enfermedad asesina que cambió de pies a cabeza nuestras vidas.

Pero, finalmente, eso también está siendo parte de la escuela. La escuela en 2020 también está siendo escribir una entrada en tu parcialmente abandonado blog mientras escuchas The Beatles y te inspiras en esos cuatro genios para escribir. La cuarentena, aunque no nos guste, también es parte de la escuela, porque la escuela no es sólo un lugar. La escuela también está presente en cada vez que aprendes algo nuevo o sientes curiosidad por hacerlo, en cada vez que golpeas frenéticamente el teclado de tu computadora por tener mala conexión mientras intentas mandar una tarea o mientras intentas descargar un juego, y en cada vez que lloras por su ausencia.

La escuela está en todo, pero me encantaría que volviese a donde alguna vez perteneció, o que al menos no abandonara ese maravilloso lugar donde pasaba la mayor parte de su tiempo. Me encantaría que volviese a estar en el suspiro de fastidio que exhalaba antes de entrar a una clase que no me gustara y que volviese a estar, incluso, en el ataque asmático que me daba cada vez que trotaba en Educación Física. 

Escuela, si es que estás leyendo esto, o mejor dicho, mientras tú misma me impulsas a escribir esto, me gustaría dedicarte "Get Back", la última canción del álbum Let It Be que, como quizá ya te habrás dado cuenta, escuchaba mientras escribía esto. Por favor, get back to where you once belonged. Vuelve a estar en las risas que provocaban un chiste malo dicho en medio de una clase en vez de en las risas que provocaba la rabia de no poder conectarse a una llamada de Zoom. Vuelve a estar en las lágrimas que provocaban una mala nota en vez de en las lágrimas que causa que se te vaya la luz mientras intentabas leer un libro.

Gracias por tanto. Gracias por haberme inspirado a escribir. Gracias por haberme enseñado a escribir. Gracias por existir, y gracias por no estar físicamente en este momento. Pero, porfa, vuelve. Anda. No seas mala.








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